Por Francisca Ramírez Ibarra & Rodrigo Herrera Rubio
Conversamos con la destacada científica y curadora del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, Verónica Silva Pinto, sobre la Cultura Chinchorro y sus célebres ritos funerarios realizados hace ya más de siete mil años desde el presente. Una entrevista que nos lleva hacia la mente de una investigadora cuya disciplina permanece desconocida para la gran mayoría: la bioantropología o el trabajo científico con la muerte.
¿Por qué es necesaria e importante la revisión del pasado? ¿Cómo el trabajo que desarrollan con los cuerpos ayuda a reconstruir la historia?
La reconstrucción del pasado es sumamente necesaria para comprender los fenómenos que nosotros vivimos en el presente, en todo sentido.
Por ejemplo, en el ámbito de la economía. Si pensamos en que los principales desarrollos comerciales de Chile son la agricultura, pesca y minería; al mirar hacia atrás, nos damos cuenta de que desde la prehistoria hemos desarrollado ese mismo tipo de economías. Siempre tenemos que considerar que el estudio del pasado es fundamental para comprender nuestro presente y también para saber qué es lo que queremos en el futuro.
Siempre se ha dicho que los pueblos sin memoria no tienen futuro y esto es lo mismo, finalmente uno tiene que preservar esa memoria y no solamente la historia reciente, sino que hay que comprender que tenemos una historia hacia atrás que abarca miles de años.
En ese sentido, el estudio de los cuerpos humanos cobra real relevancia no solamente en términos genéticos. A partir de este estudio se reconstruye también una microhistoria, cada cuerpo es una historia de vida.
Tu propia vida está expresada en distintos rasgos de los huesos, en los dientes, químicamente en tu pelo o uñas; todo eso puede ser estudiado y permite una reconstrucción de la vida de las personas del pasado. De alguna forma, esto pone en realce esas pequeñas historias de nuestros antepasados que hemos olvidado.
“En algunas oportunidades a las y los investigadores nos han catalogado de ser colonialistas por investigar el pasado prehispánico, pero en realidad es también nuestro propio pasado y en ese sentido, nuestro rol es reconstruir una historia que ha estado en gran parte invisibilizada”.
Porque en el colegio siempre nos dijeron que la historia comienza cuando surge la escritura, pero hay que entender que los objetos arqueológicos y los cuerpos humanos también pueden ser leídos, a través de su análisis especializado.
Es muy distinto lo que ocurría con los investigadores europeos que venían a principios del siglo XX a estudiar al otro, al trabajo que realizamos actualmente. Compartimos no solo la genética con nuestros antepasados, sino también una historia común que finalmente es la que estamos tratando, como investigadores locales, de reconstruir.
Los museos han evolucionado en cuanto a su rol y al manejo de los cuerpos, han pasado de ser depósitos de colecciones y de hablar de “objetos” a asumir la responsabilidad de investigar, poner en valor y humanizar el trabajo con los cuerpos, ¿cómo ves este proceso y qué desafíos crees que quedan pendientes?
Podemos hacer la comparación con lo que pasaba a principios del siglo XX, por ejemplo, cuando llegó el arqueólogo alemán Max Uhle traído por el gobierno de Chile para ser director del Museo de Antropología y Etnología de Chile.
Durante su estadía, hizo muchas excavaciones arqueológicas aplicando metodologías que eran utilizadas en Europa, pero desconocidas aún acá. Esto de alguna forma marca el inicio de lo que sería la arqueología profesional, aplicando metodología arqueológica propiamente tal.
Sin embargo, el cuerpo humano era visto como un objeto más dentro de lo que se estaba extrayendo. Excavar tumbas era fascinante porque es donde están los objetos más completos, puedes encontrar en los ajuares y ofrendas: hermosos textiles, gorros, vasijas, cestería, piezas de metal, todo en excelentes condiciones de conservación, pero los cuerpos eran mirados como un elemento más dentro de esta gama de objetos que se querían recuperar e incluso a veces se sacaban solo los cráneos y se dejaba el cuerpo en el lugar.
Muchos objetos eran llevados a Europa, ya que se pretendía mostrar todos los elementos “exóticos” del mundo en los museos europeos, para que la gente pudiera apreciarlo, considerando que en esos tiempos los viajes eran mucho más complejos se les llevaban las diversas culturas “a la casa”.
Obviamente hemos progresado, hoy en día tenemos leyes de protección del patrimonio nacional como la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales y la Ley 16.441, llamada también Ley Pascua, que impiden la expoliación hacia el extranjero del patrimonio arqueológico, bioarqueológico, paleontológico e histórico.
Además, actualmente hay muy pocos proyectos de investigación que busquen excavar restos humanos y si los hay es con problemáticas concretas a resolver.
Básicamente lo que aparece es a partir del impacto ambiental, ya sea por trabajos de minería, agricultura, parques eólicos o proyectos residenciales; ahí emergen los cementerios o entierros y se tienen que recuperar esos cuerpos, sus ajuares y ofrendas, en lo que se llama rescate arqueológico.
No es que los arqueólogos anden buscando excavar tumbas sino que impedimos que esos cuerpos se destruyan con la retroexcavadora y ahí también quiero destacar eso.
Muchas veces la gente se pregunta por qué se están sacando cuerpos de sus tumbas y en realidad hoy en día tiene que ver con eso, con impedir la destrucción de nuestro patrimonio y nuestra historia.
Con respecto al tratamiento en los propios museos, el Museo Nacional de Historia Natural de Chile ya no exhibe cuerpos humanos desde el año 2010. Se acogió a la recomendación de UNESCO que pide que sean tratados con respeto, y se consideró también que algunas comunidades, en especial en San Pedro de Atacama, solicitaron al Museo Arqueológico R. P. Gustavo Le Paige no exhibir los cuerpos de sus ancestros.
En Chile tenemos una gran diversidad cultural representada en los diferentes pueblos originarios, que preservan tradiciones y conocimientos ancestrales, y aunque hay avances importantes, aún estamos al debe de incorporar esas distintas visiones de la realidad a la hora de interpretar y comprender el pasado, y si bien pueden existir diferentes posturas respecto a la exhibición de cuerpos, como institución se optó por sacarlos de exhibición.
Aunque los cuerpos humanos no puedan ser exhibidos, como Museo no podemos evitar las referencias al cuerpo y los ritos mortuorios, sacar estos elementos de la exhibición por completo es invisibilizar una importante esfera de la vida, muerte y cultura humana, por eso nosotros estamos realizando réplicas, que reemplazan el cuerpo real y nos permiten transmitir ese conocimiento al público.
En el caso de la cultura Chinchorro estas se hicieron a partir de una tomografía del cuerpo real, luego se hace un modelamiento 3D que permite imprimirlo, para finalmente ser trabajadas por artistas que incorporan diversos materiales similares a los utilizados por Chinchorro dando como resultado una réplica hiperrealista con aspecto bastante orgánico.
De acuerdo a tus investigaciones, ¿cuál era la intención de los Chinchorro al momificar estos cuerpos? ¿Qué aspectos de este proceso destacarías?
Para hablar de momificación siempre comparo con las momias egipcias porque es lo que más conoce la gente y, ¿qué podríamos decir que tienen ambos en común? El desierto.
Sabemos en el caso de Egipto que la momificación surge a partir de que se observa cómo los cuerpos se conservan naturalmente en la arena del desierto, seguían incorruptos. Cuando quisieron hacer ataúdes más elaborados ponían los cuerpos ahí y se esqueletizaban, el llamado sarcófago, que significa come carne.
Ahí surgió la necesidad de que estas personas, sobre todo las de alta alcurnia, que querían ser enterradas en ataúdes, fueran momificadas con la creencia de que al conservar el cuerpo estaban asegurando su continuidad en la otra vida. Está la creencia de la vida en el más allá y que por lo tanto, el cuerpo se debe preservar.
Ahora en Chinchorro, hay que entenderlo como un proceso de cosmovisión en el que el desierto juega un rol muy importante y donde los cuerpos también se momifican naturalmente. Sin embargo, acá hay algo muy distinto y es que la momificación surge en los niños, niñas, en los bebés e incluso se momificaron fetos, básicamente reemplazando los tejidos blandos por elementos más duraderos como fibras vegetales, arcillas, sedimentos y pieles de animales, entre otros.
Al parecer, el tratamiento mortuorio está relacionado con el culto a los infantes y eso es bastante interesante. ¿Por qué los niños? Tal vez tiene que ver con su muerte temprana y con hacer que cumplan un ciclo que no vivieron.
Más tardíamente la momificación se extiende a otros grupos etarios y hay también adolescentes y adultos momificados, sin embargo, en los últimos periodos, cuando empiezan a llegar los cultígenos, vuelven a momificar solo a los niños, infantes y fetos.
En ese sentido, ¿las momias Chinchorro serían más un objeto simbólico que un símbolo de la vida después de la muerte?
Podrían ser las dos cosas. Esta creencia de que el cuerpo permanece o sigue vivo a través de esta transformación podría indicar la intención de cumplir un ciclo. Sin embargo, no los momificaron a todos, quizás se asocia a muertes prematuras o sorpresivas. Nunca vamos a saber eso.
Tampoco sabemos si había diferencias sociales, porque eran cazadores recolectores, tenían una vida bastante más igualitaria que sociedades más estratificadas que vinieron después, donde claramente surgen las elites.
Una de las cosas que me parecen más espectaculares en Chinchorro es que ningún cuerpo es igual a otro. Si bien todas están fabricadas con los mismos elementos de la naturaleza, tienen distintas composiciones. Cada una representa a la persona de forma única. Eso me parece fascinante y nos habla a la vez de que no hay un momificador especialista a diferencia de Egipto.
A partir de nuestras investigaciones y de la tomografía computarizada hemos logrado distinguir cómo armaban el esqueleto, rearmaban los cuerpos y utilizaban los materiales, vemos que todos tienen algo distinto. Eso nos permite plantear la hipótesis de que sería la propia comunidad la que trabaja en el cuerpo, obviamente siguiendo una tradición que viene de generaciones anteriores.
Probablemente los niños hayan interactuado tempranamente con el proceso de momificación para ir aprendiendo de los adultos, donde seguramente la más anciana o anciano era quien transmitía esos conocimientos a las siguientes generaciones.
Hay que considerar también que la gente Chinchorro era cazadora y por lo tanto, sabían de anatomía a partir del destazamiento de los animales; en ese proceso se va aprendiendo sobre la anatomía del animal y permite comprender de mejor forma la anatomía humana.
¿Es posible distinguir cierto desarrollo artístico a través del modelamiento de los cuerpos con barro, de las máscaras, pigmentos y de los elementos decorativos utilizados en las momias?
Es absolutamente artístico, desde el principio diría yo. Los cuerpos Chinchorro son transformados en obras de arte, en una especie de escultura humana que está destinada a mantenerse, a preservarse.
Lo más probable es que los cuerpos hayan sido bastante más rígidos que como los vemos ahora, con el paso del tiempo, las excavaciones, el pisoteo de los territorios, obviamente hay un deterioro de los sitios que afecta la conservación de los cuerpos y si bien llegan en buenas condiciones, hoy en día no los encontramos en el estado original.
Tal como te comentaba, los materiales se repiten pero fueron utilizados de forma distinta, tal vez de manera no intencional, sino que lo hacían de acuerdo a lo que naciera en el momento. Hay además distintos usos de pigmentos, desde el rojo que fue el primero que utilizaron, al negro y se incluyeron después otros colores como amarillo o verde.
La cultura Chinchorro conocía muy bien su medio e iban extrayendo las materias primas de distintos lugares. En el caso del negro no se sabe bien el origen, podría venir de tierras altas y eso significaría que tenían comercio con los pueblos del interior o iban directamente a través de los valles a buscar recursos en la precordillera.
El color verde viene del óxido de cobre, que en Chinchorro está bastante poco estudiado, no así para periodos tardíos.
¿Cómo concebía la muerte la cultura Chinchorro? ¿Qué diferencias hay con cómo la entendemos en la actualidad?
Hoy en día tenemos una concepción de la muerte bastante aséptica, nos han enseñado que los muertos son focos de infección y la queremos lo más lejos posible. Antes en realidad no era así, ya casi no existen estas ciudades de los muertos que eran las necrópolis como el mismo Cementerio General, donde cada tumba tiene su personalidad.
“Hoy no, hoy tenemos cementerios impolutos, de puro pasto, donde ojalá nos olvidemos de que la muerte existe, vivimos muy alejados de ella”.
Los pueblos andinos no lo viven así, siguen celebrando el 1° de noviembre, les preparan comida a los muertos, se hace una fiesta con bandas de música. Es una concepción completamente distinta y tenemos que entender que en nuestro territorio conviven diferentes cosmovisiones con respecto a la muerte y eso hay que respetarlo.
Durante los últimos años la tecnología ha permitido avances significativos en las investigaciones, ¿qué herramientas has utilizado en estas momias y cuál es la información más significativa que se ha obtenido?
Yo me especialicé en isótopos estables en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, su análisis permite reconstruir la dieta y la movilidad de las poblaciones del pasado. Y desde el año 2011 comencé a realizar tomografías computarizadas, lo que ha sido el fuerte de mi trabajo en los últimos seis años.
A través de ellas hacemos el diagnóstico para conocer la vida de la persona, pero en el caso de los Chinchorro permiten también comprender cómo es el proceso de reconstrucción del cuerpo, porque para momificar primero desarmaban el cuerpo biológico y luego lo rearmaban con distintos elementos que van a convertir ese cuerpo en una especie de escultura humana, volviéndolo un cuerpo cultural.
En este caso no sirve observarlos externamente ni tampoco la radiografía convencional, ahí tú ves una imagen completamente blanca. La tomografía en cambio, permite obtener distintos cortes a través de imágenes radiográficas y a partir de ellas, realizar imágenes en 3D y separar los distintos elementos.
“Los Chinchorro reconstruían el cuerpo para un renacer de ese individuo. Lo más curioso es que conservaban los huesos, pero volvían a poner la piel y una peluca de pelo humano que muchas veces no era del mismo individuo”.
Tenemos, por ejemplo, un feto de cinco meses de gestación con un cabello largo que le llega a la cintura. Obviamente no era suyo, pero tal vez alguno de sus familiares lo donó como una señal de “aquí te entrego parte de mi vida para que vuelvas a vivir”.
Desde tu experiencia, ¿cuáles son las dificultades que enfrentan los investigadores de tu área en Chile? ¿Qué acciones se podrían tomar para resolverlas?
Nuestro problema siempre es el financiamiento, tenemos que competir con otros investigadores para obtener recursos. Yo no tengo recursos directos del Estado por ser funcionaria pública y trabajar en el museo, simplemente me pagan mi sueldo.
Para hacer investigación hay que postular a fondos. Acá tenemos el Fondo del Patrimonio que es del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural y es concursable, pero es anual y tampoco da mucho dinero, considerando los costos que significan, por ejemplo, los fechados radiocarbónicos.
Las tomografías las estamos haciendo gracias a un convenio primero con la Clínica Las Condes y ahora con la Clínica Alemana, pero debiéramos tener fondos permanentes para investigación.
En EEUU por ejemplo, hay instituciones que funcionan en gran medida gracias al aporte de privados, quienes contribuyen a que exista investigación de punta, a la renovación de las exhibiciones y en definitiva a que los museos tengan una propuesta de calidad para mostrar al público.
Sin embargo, en nuestra realidad chilena, esta modalidad ha demostrado no resultar del todo.
Acabas de ser parte del “10th World Congress on Mummy Studies”, realizado en la ciudad de Bolzano, Italia. Cuéntanos qué significa participar en esta instancia, qué presentaste y cómo fue el recibimiento de los participantes.
Esta es la instancia de difusión y diálogo científico más importante a nivel mundial, para quienes trabajamos con cuerpos momificados.
En ella participan los principales exponentes del estudio de momias tanto antiguas como actuales de todo el mundo, contó con la presencia de destacadas investigadoras como la bioarqueóloga estadunidense Jane Buikstra y la egiptóloga paquistaní Salima Ikram, quienes estuvieron a cargo de las charlas magistrales.
Las presentaciones de los y las participantes fueron realmente interesantes y mostraron los últimos avances en el área.
En el congreso presenté dos ponencias orales relacionadas a mi trabajo con Chinchorro, en la primera abordé el tema del tratamiento mortuorio de forma más teórica y en la segunda realicé un análisis histórico sobre la exhibición de cuerpos humanos en el MNHN y en detalle el proceso para crear las réplicas de nuestra exhibición “Chinchorro Trascender a la Muerte”, exhibición itinerante que se encuentra actualmente en Arica.
La verdad es que hemos tenido muchas felicitaciones por el trabajo que realizamos, que es bastante inédito a nivel mundial, ya que por una parte ofrece una solución al tema de la conservación de cuerpos y por otro representa una forma bastante didáctica de llevar al público el conocimiento sobre la cultura Chinchorro, cuyos sitios arqueológicos han sido nominados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO destacándose el “Valor Universal Excepcional” en la temprana momificación Chinchorro.
Como antropóloga forense trabajaste en casos emblemáticos de ejecutados políticos y ahora te dedicas a reconstruir el pasado a través del estudio de las momias Chinchorro, ¿qué significa para ti el concepto de memoria a partir de ambas experiencias? ¿Cómo abordas desde lo humano y como científica el trabajo con la muerte?
Mi primer trabajo como estudiante fue en el área forense, era asistente del profesor Claudio Paredes, un destacado antropólogo forense que ya falleció, pero gracias a él como antropóloga me formé y me inicié en el área Forense, que es mucho más exigente, ya que no hay cabida al error.
Ahora sigo trabajando con el Equipo Chileno de Antropología Forense y Derechos Humanos (ECHAF), formado recién en 2019 y estamos colaborando con familias de detenidos desaparecidos justamente en su búsqueda e identificación.
Esperamos que a partir de los últimos cambios políticos exista un mecanismo del Estado para la búsqueda efectiva de los DDDD, porque todavía hay demasiadas personas desaparecidas y mientras no las encontremos, las familias y nosotros como sociedad seguiremos sufriendo esas pérdidas. Creo que la única forma de reparación de nuestra memoria histórica reciente es dar con los cuerpos y lograr la tan anhelada verdad y justicia.
Para mí los cuerpos ya sean de 7.000 años o actuales, son cuerpos humanos. El mismo respeto y amor con que trato a las momias Chinchorro va al trabajo forense. Lo que tenemos que entender de este tipo de trabajos es que es una pasión.
A mí muchas veces me dicen “¡ay que eres trabajólica!”, pero en verdad es porque nuestro trabajo es nuestra vida. En ese sentido, cuando nosotros como antropólogos físicos podemos aportar en reparar nuestra memoria más reciente, pienso que es la forma de retribuir a la sociedad el tener la suerte de poder estar haciendo lo que más te apasiona en la vida.